INTRODUCCIÓN
¿Cómo se localiza el inconciente y su sujeto en el
vínculo social?
Para
articular la pregunta precedente, en las siguientes páginas, abordaré la particularidad
del lazo social. Para esto especificaré el malestar característico de nuestra
civilización. Entonces se hace necesario tipificarla. Si el psicoanálisis es
una respuesta a La ciencia corresponde, en consecuencia, tipificarla como civilización científica, estructurada
de acuerdo a la lógica del capital tal
como la desentrañó Marx.
Las preguntas que insisten, en mí, desde hace ya
tiempo, son aquellas relacionadas con: el individualismo posmoderno -el nuevo
“paradigma” autista-; la ruptura de los lazos de solidaridad; la emergencia de
diferentes grupos que defienden su “identidad” frente a la globalización
económica y la homogeneización de las sociedades; el surgimiento de todo tipo
de particularismos que alcanzan una suerte de “fetichismo de lo particular”, sintética
y precisa frase acuñada por E. Gruner; el resurgimiento de nuevas formas de
racismo (los inmigrantes) y de segregación; en definitiva el estallido del
vínculo social. Estas situaciones considero que no se pueden pensar por fuera
de una forma de democracia que se
presenta como el respeto mutuo entre “todas las opiniones”, de manera tal que
nada determina nada, nada diferencia nada, todo debe ser una cuestión de
opinión, un trágico cambalache acompañado de una ideología dominante: el humanitarismo. Frente a estas
situaciones me pregunto ¿cuál es la manera en que el psicoanalista debe
intervenir en las cuestiones de su comunidad, de su polis?
Para intentar alcanzar algún grado de racionalidad
parto de ciertas premisas de dos discursos que considero fueron, y son, los más
potentes que se hayan producido en el último siglo: el de Marx, en su versión
no metafísica, es decir la de la crítica de la economía-política. El de Freud,
después de la operación de lectura-escritura que Lacan realizara con su
consigna del “retorno a Freud”.
Marx
es ineludible para pensar la cuestión del lazo social. Esto por el lugar (en la
estructura) que, a partir de él, tiene el trabajo -como renuncia al goce- en el
proceso de producción del capital y su acumulación. No es de menor importancia
la función que le otorga a la mercancía y su “fetichización” como proceso
subjetivante. Lacan también es inevitable para pensar esta temática. Su lectura
de la plusvalía en relación al plus de goce; su tesis del síntoma en su envoltura
social; su vuelta sobre “psicología de las masas”; sus tesis sobre La ciencia
y respecto a que es el discurso el que forma el lazo social; su escritura del
discurso capitalista, son objetos teóricos necesarios para reflexionar sobre
los “gadgets” técnicos (mercancías) en su relación con el inconciente
estructurado como un lenguaje. Por último considero pertinente interrogar el
tipo de lazo que se establece dentro de la comunidad analítica. El resto, si lo hay, será producto del
trabajo de lectura y de discusión por parte de cada uno de ustedes.
DEL DISCURSO CAPITALISTA Y LA SUBJETIVIDAD
“...la
crisis, no del discurso del amo, la del discurso capitalista que es el que lo
sustituye, está abierta. No les digo en absoluto que el discurso capitalista sea
débil, tonto, al contrario es algo locamente astuto ¿verdad?. Muy astuto, pero
destinado a reventar, en fin es el discurso más astuto que se haya jamás tenido..”([1]).
J.Lacan
Dice
Zizek: “El estado “normal” del capitalismo es la “revolución permanente” de sus
propias condiciones de existencia. Desde el principio el capitalismo se
“pudre”, está marcado por una contradicción mutiladora, por la discordia. Por
una necesidad inmanente de equilibrio: ésta es exactamente la razón de que
cambie y se desarrolle incesantemente. Este es el único modo que tiene llegar a un acuerdo con su propio y
fundamental desequilibrio constitutivo: la “contradicción”. Lejos de ser
constrictivo, su límite es el ímpetu mismo de su desarrollo. En ello reside la
paradoja propia del capitalismo, su último recurso. El capitalismo es capaz de
transformar su límite, su impotencia misma, en el orden de su poder -cuanto más
se “pudre”, más se agrava su contradicción inmanente, más ha de revolucionarse
para sobrevivir. Discurso loco, astuto que no tiene envés.” ¿Qué tipo de lazo
y subjetividad produce entonces este discurso? Si para Hegel la autoconciencia
surgía como resultado de la confrontación de dos sujetos (Amo-Esclavo), para
Marx, en cambio, se trata del funcionamiento del mercado. Marx traslada el problema de la intersubjetividad al
mercado. Una lectura atenta permite comprender que no hay un sujeto de la
burguesía y un sujeto del proletariado, hay un solo sujeto que es el mercado.
El proletariado y la burguesía son variables de una función: la estructura del
mercado:
“Dos palabras para evitar posibles equívocos. No pinto de color de
rosa, por cierto,las figuras del capitalista y del terrateniente. Pero aquí
sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de
categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de
clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia
natural el desarrollo de la formación económico-social, menos que ningún otro
podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue
siendo socialmente una criatura por más que subjetivamente pueda elevarse
sobre las mismas.” (K.Marx, El Capital, T.I, Libro primero, Prólogo a la
primera edición).
En
consecuencia burgueses y proletarios están en posición de desconocimiento en
relación a la estructura (mercado).
PLUSVALOR Y PLUS DE GOCE
“El
producto -propiedad del capitalista- es un valor
de uso, hilado, botines, etc. Pero aunque los botines, por ejemplo, en
cierto sentido constituyen la base del progreso social y nuestro capitalista
sea un progresista a carta cabal, no fabrica los botines por sí mismos. En la
producción de mercancías, el valor de
uso no es, en general, la cosa que se ama por sí misma. Si aquí se producen
valores de uso es únicamente porque son substrato
material, portadores del valor de cambio, y en la medida en que lo son. Y
para nuestro capitalista se trata de dos cosas diferentes. En primer lugar, el
capitalista quiere producir un valor de uso que tenga valor de cambio, un
artículo destinado a la venta, una mercancía.
Y en segundo lugar quiere producir una mercancía
cuyo valor sea mayor que la suma de los valores de las mercancías
requeridas para su producción, de los medios de producción y de la fuerza
de trabajo por los cuales el adelantó su dinero constante y sonante en el
mercado. No sólo quiere producir un valor
de uso, sino una mercancía; no
sólo un valor de uso, sino un valor, y no sólo un valor, sino además plusvalor.”
A
partir de aquí Marx personifica al capitalista lo hace hablar a través de la
producción de hilado. Luego de varias reflexiones y cálculos el capitalista
queda perplejo porque el valor del
producto es igual al valor del capital adelantado. “Nuestro amigo, pese a
su altanero espíritu de capitalista, adopta súbitamente la actitud modesta de
su propio obrero. ¿Acaso no ha trabajado él mismo? ¿no ha efectuado el trabajo
de vigilar, de dirigir al hilandero? ¿Este trabajo suyo no forma valor? Su
propio capataz y su gerente se encogen de hombros. Pero entretanto el capitalista,
con sonrisa jovial, ha vuelto a
adoptar su vieja fisonomía. Con toda esa letanía no ha hecho más que tomarnos
el pelo. Todo el asunto le importa un comino. Deja esos subterfugios
enclenques y vacías patrañas, y otras
creaciones por el estilo, a cargo de los profesores de economía política, a los
que él mismo paga por ello. El es un hombre práctico, que si bien fuera del
negocio no siempre considera a fondo lo que dice, sabe siempre lo que hace
dentro de él. Nuestro capitalista había previsto este caso, que lo hace reír.
El artilugio, finalmente, ha dado resultado. El dinero se ha transformado en capital.”[2]
A
partir de esta risa del capitalista,
Lacan comienza a establecer la relación de homología
entre la plusvalía y el plus-goce, entre la Mehrwert y la Mehrlust. Es en esa
risa que se revela “la función oscura de la plusvalía”.
La
renuncia al goce en el discurso del inconciente se acompaña de una recuperación
de goce, de una recuperación de un objeto pulsional al cual el sujeto queda
fijado en el fantasma. Se renuncia a un goce mítico, total, para ajustarse a un
goce parcial recuperado, lo que se denomina plus de goce. Este goce recuperado,
tan propio del sujeto, tan exclusivo, encuentra en la estructura homológica de
la plusvalía la razón de su entrada en el mercado, en el objeto técnico su
equivalente universal.
Con
respecto al mercado, Lacan no sólo ha mostrado la relación de la plusvalía con
el plus de goce propio de la estructura del significante, sino que además ha
situado a la plusvalía como la causa del deseo: la plusvalía es la causa de la
producción extensiva y por consiguiente insaciable de objetos, Lacan lo dice
así: “La plusvalía es la causa del deseo
de la cual una economía hace su principio.” (Radiofonía, pág.58)[3].
DISOLUCION DEL
VINCULO SOCIAL
En
1975, en “La Tercera ”
Lacan decía: “Sólo hay un síntoma social:
cada individuo es realmente un proletario, es decir, no tiene ningún discurso
con que hacer lazo social, dicho con otro término, semblante.” Entiendo esta cita como una
evaluación de las consecuencias que depara la disolución del vínculo social.
Sitúo esta disolución en la paulatina y creciente desaparición del trabajo y
del lugar, o no lugar, que éste pasa a ocupar a partir de la homogeneización
del mercado, y su globalización. Si el trabajo implica una renuncia al goce, y
es el lugar tradicional por donde circulan las identificaciones que le dan
consistencia al vínculo social, podemos entender por qué Lacan habla de individuo en la cita antes mencionada. Hace
referencia a una particular relación entre el goce y la subjetividad que no
pasa por el inconciente. Es el goce de lo
Uno el que sostiene al individuo y no un discurso. Sabemos que allí donde
no hay discurso aparece el grupo, y diferentes formas de gozar con su emblematización
en el mercado y el surgimiento de “nuevos” tipos grupales referidos al
tatuaje, la marca, el nombre propio[4].
Entonces podemos decir que hay síntoma social donde no hay lazo social. Donde
el síntoma, a través la oferta social, es desconectado de su desciframiento
inconciente. En consecuencia el síntoma, en su envoltura social, prolifera en
la medida que el goce que el mismo involucra aparece desabonado del discurso.
Allí donde no hay inscripción en el Otro, la hay en el grupo. [5].
Estos
planteos me llevan a una consatatación: Si el inconciente está presente en el
lazo social lo está pero a la manera del rechazo, de la sutura. No es otra cosa
lo que ofrece La ciencia con sus gadgets: objetos que se adecuan perfectamente
a la estructura de la pulsión. Si hablamos de pulsión también lo hacemos de
ciertos modos de satisfacción que se relacionan con la apertura y el cierre del
inconciente tal como lo planteó Lacan en 1964. Estos momentos se vinculan con
el amor de transferencia, entonces es posible pensar en como funciona la
oferta de los expertos, de los científicos, de aliviar el
síntoma desconectándolo de su estructura.[6].
(No sería la primera vez que la barbarie retorne por el camino de la ciencia).
Ahora
bien, constatar que el inconciente se localiza en el vínculo social a través de
su rechazo no es una novedad. Es más es parte de su origen, se podría hacer una
historia de los diferentes modos de rechazo de lo inconciente desde Descartes
hasta el presente.
Lo
que si es novedoso es constatar que la homología entre el plus de goce y la
plusvalía; y entre la pulsión, el objeto del fantasma y el objeto técnico
(mercancía) puedan llevar a una hipótesis que planteé como consecuencia un
cierre del inconciente, la produción de una subjetividad desabonada del
discurso, un individualismo casi autista que hace pensar en la primera y más
pobre de las figuras hegelianas: la del
goce inmediato sin reflexión alguna. Ahora bien esta hipótesis sostenida
por algunos psicoanalistas dentro del campo lacaniano, y a la cual suscribo en
parte, arroja algunas luces y algunas sombras. Este punto prefiero dejarlo aquí
y si están de acuerdo profundizar su discusión en la próxima reunión.
“Otro síntoma exhibido por nuestros conciudadanos del mundo no nos ha sorprendido
ni espantado menos, quizá, que el hundimiento, que tan dolorosamente sentimos,
de su elevación ética. Aludo a la falta de penetración que se advierte en las
mejores cabezas, a su tozudez, su inaccesibilidad para los argumentos más
evidentes y su credulidad acrítica hacía las aseveraciones más discutibles.”[7].
Estas
palabras de Freud respecto de la actitud de los intelectuales durante la Primera Guerra ,
también las encontramos en una carta que le envía a Lou Andrea Salome donde
hace referencia a sus soledad frente a este tema, a tal punto que “si no fuera
por Ferenczi estaría tan solo como en los primeros diez años de mi labor
analítica”. Si traigo esta cita es porque considero que la Primera Guerra
formó parte necesaria de la expansión capitalista hacia una nueva forma: la del
imperialismo. [8].
Hoy
nos encontramos frente a una nueva forma que es conocida y “aceptada” como globalización[9].
Esta nueva forma de capitalismo multiculturalista post-Nación-Estado es
devastadora, podemos sin dificultad acompañar a Derrida y coincidir con su
descripción de los efectos de éste. Afirma Derrida sin vueltas:
“jamás la violencia, la desigualdad, la exclusión, el hambre, han
afectado a tantos seres humanos en la historia de la tierra”...”nunca en
términos absolutos, nunca en la tierra tantos hombres, mujeres y niños han sido
exterminados” [10].
Es obvio decir que la tan mentada “globalización”
tiene, a mi entender, el mismo rango que la Gran Guerra , por lo
que considero que pensar la cuestión del lazo social, aunque tan sólo fuera
entre analistas, no se puede hacer por fuera del marco de la actual estructura
capitalista. Así como que las citas
de Marx, Heidegger, Freud y Lacan son
las coordenadas necesarias para plantear
estas cuestiones[11].
Algunas preguntas
Considero
que plantear estas cuestiones que hacen al lazo social son de crucial
importancia sobretodo después de las últimas reuniones. Las problemáticas
relacionadas al vínculo social no son ajenas al analistas. Sin embargo muchas
veces parece que sí. Por ejemplo, Richard Rorty en un agudo ensayo sobre Freud,
titulado “Freud y la reflexión moral”, llega a plantear que la división
subjetiva teorizada por Freud tiene un alcance tal que no puede obviarse para
fines cotidianos como si fuera cualquier redescripción del mundo. Agrega que el
inconciente freudiano es ingenioso, lingüístico (no mecánico) y que demuestra
en cada una de sus emergencias que el relato sobre nuestra propia vida no puede
ser unificado. Así Rorty llega a la conclusión de que toda la reflexión freudiana
es indispensable en el ámbito privado, pero respecto de lo social, de lo
colectivo Freud no aportó absolutamente nada. Muchos analistas, aun sin haber
leído a Rorty, parecen suscribir su posición. Ya sea porque piensen que
“cualquier cosa que pasa por lo colectivo pasa también por lo universal, y por
supuesto, lleva a lo peor”. Casi puedo decir que esta es una fórmula que podría
colocarse en el frontispicio de muchos analistas conservadores. Otros, quizás,
por ser fieles del caso por caso, se refugian en sus comunidades y gozan de la
lengua con la que se habla de psicoanálisis sin dejarse interpelar por los
impases de la civilización o por lo incómodo del drama social.
Entonces
¿dónde ubicar el cierre de lo inconciente? ¿en el estallido de los vínculos que
la ciencia capitalista puede llegar a consumar? o ¿en la propia comunidad
analítica devorada por el goce que supone hablar los unos con los otros?.
Claudio R. Boyé
[5] Aquí vuelvo a encontrarme con
el concepto de "locura" forjado por Lacan como la identificación al
Ideal sin mediación. Lo nuevo, a mi entender, es que ésta es posible por la
homología estructural entre la plusvalía y el plus de goce, así como entre el
objeto técnico, donde se consuma la metafísica, y el objeto petit a. Respecto
del objeto técnico es Heidegger quien plantea que la esencia de la técnica se
diferencia de la historia de la metafísica en que en esta última la constante
es el olvido del ser, o la pregunta por el ser, mientras que la técnica sería
la consumación de la metafísica, donde ya no se trataría del olvido sino del olvido
del olvido. Dicho de otra manera, por cierto aventurada, antes se trataba
del olvido como represión mientras que ahora se trata del olvido como
forclusión.
[6] Hoy mientras escribía estas
líneas leo en el diario la noticia, reproducida de la revista Science,
que un grupo de investigadores logró cultivar células humanas de embriones,
cuando aún no están diferenciadas. Dentro de la misma nota el jefe del
laboratorio de embriología molecular de la Facultad de Medicina e investigador del Conicet
dice:"Inmortales. Consiguieron líneas celulares inmortales".
[9] Dice Armand Mattelart: En
inglés, el término es sinónimo de holistic. A diferencia de la palabra
"mundialización" y de sus formas en las diversas lenguas latinas, que
se limitan a la dimensión geográfica del proceso, se trata de un término que se
refiere explícitamente a una filosofía holística, esto es, a la idea de una
unidad totalizadora o unidad sistémica. La homogeneización de las sociedades es
algo inherente a la unificación (globalización) del campo económico. Su
fragmentación constituye su corolario.
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