EL OTRO PENSAR SE GOCIFERA
Ereignis: el diccionario lo traduce como Acontecimiento.
Manuel
Garrido traduce Er-eignis como acaecimiento apropiador. De esta manera
funde dos traducciones la de Félix Duque-acaecimiento propicio y la de
Yves Zimmermann-advenimiento apropiador.
Gianni
Vattimo dice al respecto: “La ilustración que Heidegger da del término Ereignis
indica en cambio un dirección muy diferente. Como suele hacer, sobre una
concepción precisa del lenguaje, Heidegger parte aquí de la significación etimológica
de la palabra para vincularla con otras palabras de la misma raíz que le sirven
para precisar lo que quiere decir: en realidad, desde su punto de vista, las
referencias de las palabras no sirven para ilustrar el pensamiento, sino
que le indican a éste su camino. El esclarecimiento del concepto de Ereignis se
encuentra en la primera parte de Identidad y diferencia. Heidegger
elige la palabra Ereignis porque, a causa de su raíz, el vocablo permite
concebir la relación entre el hombre y el ser como apropiación recíproca (eigen
= propio): el hombre esta ligado (vereignet) al ser y el ser por su parte está
entregado (zuggeeinet) al hombre (Identidad y diferencia). El evento es esa
relación de recíproco Uebereignen de apropiación-expropiación. La palabra
Ereignis, usada en este sentido completo, es tan fundamental y determinante en
nuestra época como lo es para los griegos el término Logos o para los chinos el
Tao (ibíd.)” Para Vattimo Ereignis es acontecimiento, y acontecimiento es la
palabra, que al fin de la metafísica, se impone para hablar del ser.
Félix
Duque plantea: “ La posibilitación acaece, sin que sea factible
preguntar aquí por lo que ella sea: porque acece, por ello hay
acontecimiento. Más no hay identificación entre acaecimiento y acontecimiento.(...)
ello significa que el acaecimiento propicio se da también, ineludiblemente,
como expropiación en aquello que propicia (esto es: no hay cosa plena
que atesore en sí todo el ser y todo el tiempo, coincidiendo ambos). El hombre
es el ahí que advierte -para empezar, en carne propia, a sabiendas de estar
a la muerte- esa expropiación. Sólo cuando es capaz de soportar la ofrenda
de la escisión, es el hombre apropiado por y para el destino del ser.” Luego de
continuar comentando “Tiempo y ser”, Duque dice: “Lo que importa no es
despertar del olvido, sino despertar para atender al olvido mismo.” El se da
en alemán es: Es gibt, su traducción literal es: Ello da.
LA TAREA DE PENSAR Y EL
PSICOANALISIS
Dando
un giro a nuestra reflexión podemos preguntarnos por el impacto que pudo
(puede) tener para el pensar metafísica-cartesiano el enunciado freudiano : ello
piensa. En consecuencia ¿dónde ubicar la certeza? ¿Quién sostiene la
representación? si el yo ya no es amo en su propia casa.
Heidegger
distingue (Identidad y diferencia) entre la “máquina de calcular” y “el tiempo
de pensar”, o lo que es lo mismo, entre metafísica y pensar. La separación
entre metafísica y pensar, ahora se ha vuelto una exigencia ... para la
filosofía.
¿Qué
es un pensar no metafísica? Un pensar no metafísica tiene que pensar la
metafísica hasta poder decir ¿qué es la metafísica?, porque en esta pregunta
está implícita la pregunta por toda la historia de la metafísica y, según
Heidegger, es toda la historia que hay: es seguir la historia del
desterramiento, la historia del olvido...del ser. (olvido, ¿represión?).
La
pregunta ¿qué es metafísica? quiere ir más allá de la metafísica, quiere
llegar a la esencia de la metafísica. Ahora bien un pensar no metafísico tiene
una dificultad metodológica de principio: sólo disponemos de un pensar
representativo, por medio de conceptos, que tiene su origen dentro de la
metafísica, entonces cómo usarlo para pensar la esencia de la metafísica.
Un
pensar no metafísico es un pensar fuera de la representación, es pensar lo
impensado, pero ¿qué es lo impensado? Para Heidegger es lo que aparece como
olvidado en la historia del ser, en la metafísica, pero justamente por aparecer
así es que dio lugar a la misma metafísica.
Lo
impensado no fue olvidado al principio y por eso no es algo que hubiera que
recuperar, sino que es lo que está presente en cada pensador, en la metafísica
“en el modo de la ausencia”. (interesante para pensar lo reprimido originario:
retorna lo que no puede retornar).
En
esta conferencia (“El final...) Heidegger separa la filosofía de la tarea de
pensar. Mi lectura en este punto es la siguiente: Si la historia de la
filosofía es la metafísica y ésta también recibe el nombre de onto-teo-logía,
podemos entender que pensar dentro de la filosofía así entendida es pensar el
todo, en palabras de Lacan en L’etourdit “pensar es paratodear”
El
olvido del que habla Heidegger es un olvido estructural que descompleta la
idea de una metafísica occidental como un todo circular.
Paso
a justificar este enunciado. En la respuesta que Lacan le dirige a Hypolite
dice lo siguiente:
“nos
vemos llevados así a una especie de intersección de lo simbólico y lo real que
podemos llamar inmediata, en la medida en que se opera sin intermediario
imaginario, pero que se mediatiza, aunque es precisamente bajo una forma que
reniega de sí misma, por lo que quedó excluido en el tiempo primero de la simbolización.
Pues esta estructuración, llamada también intelectual, está hecha para traducir
bajo forma de desconocimiento lo que esa primera simbolización debe a la
muerte.”
Aquí
Lacan, acota Jorge Alemán, nos plantea un momento mítico del encuentro del
símbolo con la cosa. De ese encuentro hay algo que reniega de sí mismo, algo
que no va a poder ser historizado, integrado en la trama simbólica, algo
diferente a la represión. Se trata de un cercenamiento, de una expulsión, de
la constitución de un real que va a retornar a la manera del olvido
heideggeriano. Como eso que retorna siempre al mismo lugar, y que produce un
exceso de sentido, un acting, una alucinación. Ese olvido real se diferencia
del olvido del retorno de lo reprimido. Este se constituye por el orden
significante, mientras que el otro es del orden de la letra.
Entonces
el olvido que plantea Heidegger es, a mi entender, un olvido estructural,
real, que descompleta a la metafísica y que a la vez la hace producir y producirse
como un sentido en más que intenta cerrarse sobre sí misma. Por eso es que el
filósofo dice que para alejarse de la metafísica hay proponer un pensar que
piense la cosa misma.
Pero
esta cosa misma de la hablaron tanto Hegel como Husserl no es la cosa misma de
la habla Heidegger.
Desde
una perspectiva psicoanalítica pensar la cosa misma es pensar lo real. El
objeto a. El vacío. Sin esto perdemos la brújula psicoanalítica, o la “bruja
metapsicológica” que como decía Freud es la que va a sustituir a la
metafísica. De esta manera abrimos el camino para el retorno de ella, la
metafísica, y para los desvíos, ya postfreudianos, ya postlacanianos.
EL OTRO PENSAR Y LA OTRA ESCENA
Ello
piensa. Hay pensamientos inconcientes. Al sujeto no se le habla. Ni siquiera
sabe que habla. Ello habla a través de él. Otro pensar que se localiza en Otra
escena.
Pero
no es sólo esto, pues el discurso posiciona a un sujeto. No desde el enunciado,
sino desde la enunciación, desde la Otra Escena.
Esto
rompe con el esquema clásico de la comunicación donde hay un Emisor, que se
supone que sabe lo que dice, y un Receptor, que también se supone que debe
entender claramente lo que el otro dice. Esta es una suposición comunicacional
autoritaria.
Lo
que les estoy planteando es una concepción diferente. Esta se apoya en que el
hablante participa de una situación de discurso donde el otro no tiene un lugar
prefijado, sino que es en la relación intersignificante donde el otro se va
posicionando de diferentes maneras de acuerdo a como ese otro sea integrado,
leído, desde la Otra
Escena.
Puede
aparecer como auxiliador, enemigo, objeto sexual, y modelo. El vínculo con el
otro entonces se va a sostener desde esa Otra Escena, punto ciego que va a
organizar el sentido de mi discurso y de mis actos en la escena del mundo donde
yo me muevo.
Escena
dramática, en el sentido de acción, que incide en la escena del mundo. De la
realidad que yo creo única e indivisa. Escena dramática porque no sólo hay
discurso sino un punto de vista encarnado.
Es decir un cuerpo. ¿Qué cuerpo es éste?
El
cuerpo del que hablo es un cuerpo erógeno, un cuerpo pulsional. Un cuerpo que
se recorta sobre los bordes de las zonas erógenas privilegiadas: los labios
del autoerotismo, esos que se besan a sí mismos; los bordes de la mucosa anal,
donde la dialéctica del dar un objeto por otro instaura el don de la
oblatividad; los párpados que se abren y se cierran para que caiga la mirada;
la vibración de las cuerdas vocales y el oído siempre abierto para ese objeto
tan peculiar que es la voz.
Como podemos observar las zonas erógenas tienen un ritmo,
una alternancia, un movimiento que se desprende, que cae del cuerpo anatómico
para configurar en la
Otra Escena una imagen significante cuerpo propio.
Cuerpo pulsional, erógeno,
cuerpo como imagen, cuerpo como organización de sentidos, y de significaciones
desde el cual se organiza un punto de vista que introduce nuevas
significaciones en las diferentes escenas del mundo.
Mundo en el cual actuamos, creamos, gozamos, sufrimos,
contemplamos. Mundo que creemos
se organiza desde nuestra mirada, como quería el obispo Berkeley “ser es ser
mirado”, lo otro existe porque hay un yo que lo mira. Esta es una típica
ilusión de la conciencia que cree que es transparente, que puede “verse ver”.
La mirada, como la voz, es solicitada por el goce
estético. Hay una estética del síntoma que la podemos leer en Freud cuando
se refiere a la melancolía:
“El melancólico nos muestra una extraordinaria
disminución de su sentimiento del
yo, un enorme empobrecimiento del yo. La enfermedad nos pinta su yo como inservible, incapaz de obrar y
moralmente reprensible”. “ Es
el más negro de los cuadros”.
Podríamos
decir que se trata de una estética del rebajamiento, dolorista, miserabilista.
Quien alguna vez haya contemplado el cuadro que nos pinta un melancólico quizá
haya caído en la trampa, si no es un observador entrenado, con un ojo
entrenado. Freud no tarda en darse cuenta que ese cuadro que el melancólico
pinta de sí mismo es en verdad una pintura del otro.
En esa pintura del otro hay un goce y ese goce se “gocifera.”
“Soy
en el lugar desde donde se vocifera que el universo es un defecto en la pureza
del No-Ser”.
“Y
esto no es sin razón, pues de conservarse, ese lugar hace languidecer al Ser
mismo. Se llama el Goce, y es aquello cuya falta haría vano el universo”.
“Es
que el goce está interdicto a quien habla como tal, o también que no puede
decirse sino entre líneas para quienquiera que sea sujeto de la Ley , puesto que la Ley se funda en esa
interdicción misma”.
El
goce está interdicto. Sin embargo es reconocible en la dimensión de la pérdida,
en el plus-de-gozar, y es por la entropía que hay un plus de goce que
recuperar. Es en esta dimensión donde ese trabajador infatigable que es el
inconciente, el inconciente como saber, trabaja. Cuando trabaja ¿qué produce?
Produce entropía. Produce a. Este
punto de pérdida es el único que nos da acceso al goce. Por eso Lacan dice “el
saber es medio de goce”.
Ese
saber trabaja en Otra Escena donde el Otro pensar se llama: Gedanken, pensamientos
(inconcientes).
Entonces,
propongo, el inconciente acaece y produce un acontecimiento significante. Ello
habla. Lo inconciente irrumpe en acto. Acto inmanente a la situación
analítica. Acaece en los pliegues del discurso, de la palabra, de los olvidos,
de las torpezas, en la repetición.
¿Ereignis
Lacan? Sí, como acontecimiento. Lacan es el nombre del retorno a Freud, del
inconciente como lugar, de recordarnos a los analistas que Ello no resiste,
que las resistencias al inconciente son del analista. Que “que se diga queda
olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha”.
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