El asesinato de la metáfora
“El malestar en la cultura
no es en la obra de Freud algo así como apuntes. No es del orden de lo que se
le permite a un practicante o a un sabio, no sin cierta indulgencia, a guisa de
excursión en el dominio de la reflexión filosófica, sin darle quizá todo el
peso técnico que se le reconocería a una tal reflexión cuando proviene de
alguien que se calificaría a sí mismo como formando parte de la clase de
filosofía. Este punto de vista, demasiado difundido entre los psicoanalistas,
debe ser absolutamente descartado. El malestar en la cultura es una obra
esencial, primera, en la comprensión del pensamiento freudiano y en la
intimación de su experiencia. Debemos darle toda su importancia. Ella aclara,
acentúa, disipa ambigüedades en puntos cabalmente diferenciados de la
experiencia analítica, y de cuál debe ser nuestra posición respecto al hombre,
en la medida en que en nuestra experiencia más cotidiana tenemos que vérnosla
desde siempre con el hombre, con una demanda humana.”[1]
La práctica psicoanalítica
nos enseña una cosa: el padre está castrado desde el origen, por lo tanto no
hay garante de la verdad. Esto se escribe S (A), significante de una falta en
el Otro.En consecuencia no hay ningún ideal que el discurso psicoanalítico
pueda reivindicar.
El psicoanálisis es una praxis
terapeútica, es un discurso sin palabras, es una ética absolutamente
independiente de cualquier punto de vista moral. Es una ética del “puro deseo”,
entendiendo puro en el sentido de independiente respecto a cualquier contenido.
El analista se funda en una práctica, la de la cura, al margen de esta no puede
enunciar ninguna verdad ética, o lo verdadero de una ética, pues para hacerlo
debería ceñirse a enunciados propios de otros discursos: el de Amo, el de la Histérica , el de la Universidad o el
Capitalista. Caerá en un discurso u otro de acuerdo al lugar donde quiera
ubicar la verdad.
El discurso del Analista no hace
otra cosa más que cerrar a los primeros tres, no los resuelve así como tampoco
es su metadiscurso.
Respecto
del analista no se espera que sepa, sino que trabaje, que haga funcionar su
saber en términos de verdad, lo que se escribe
a . Con la sola enunciación de la
regla de la asociación libre instituye al analizante como
S2
Sujeto
supuesto Saber.
El
psicoanálisis no propone ningún Bien. A diferencia de otros discursos
como el político, el religioso o el científico el psicoanálisis no propone ni la Felicidad , ni la
resolución de todas las necesidades, “se diría que el propósito de que el hombre
sea dichoso no está contenido en el plan de la Creación. Lo que en
sentido estricto se llama felicidad corresponde a la satisfacción más bien
repentina de necesidades retenidas, con alto grado de estasis, y por su propia
naturaleza sólo es posible como un fenómeno episódico”.[2]
En lo que respecta al discurso
político Freud es muy claro cuando critica a los bolcheviques: “Las
obras de Marx han reemplazado a la
Biblia y al Corán como fuentes de una Revelación, aunque no
pueden estar más exentas de contradicciones y oscuridades que aquellos viejos
libros sagrados. Igual que la religión, también el bolchevismo debe resarcir a
sus fieles por las penas y privaciones de la vida presente mediante la promesa
de un más allá mejor en que ya no habría ninguna necesidad insatisfecha[3]”.
En su crítica Freud ya había
enunciado que no estaba de acuerdo con Marx respecto a la interpretación que
éste hace del desarrollo social. Freud opone a la concepción marxista la suya.
Según Freud la formación de clases se originan en la sociedad como consecuencia
de las luchas sobrevenidas desde el comienzo de la historia entre las hordas
humanas separadas por pequeñas diferencias. Plantea que las diferencias
sociales en su origen fueron diferencias de linaje o de raza. Concluye que en
la convivencia dentro del mismo territorio, “los vencedores se convertían en
amos, y los vencidos en esclavos”, por lo tanto la primera ética que
gobernó a los hombres fue la de las relaciones de fuerza y las necesidades
prácticas. Yendo más atrás en la historia mítica propuesta por Freud, él
plantea que un padre gozador y poseedor de todas las mujeres impedía a sus
hijos satisfacer su goce sexual, justamente este impedimento fue lo que creó el
vínculo entre el padre y sus hijos y entre ellos mismos. Luego estos hermanos
deciden matar al padre y comerlo en el banquete totémico. El violento padre
primordial era por cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los
miembros de la banda de hermanos. En el acto de la devoración, consumaban la
identificación con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza. El
banquete totémico, acaso la primera fiesta dela humanidad, sería la repetición
y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la cual
tuvieron comienzos tantas cosas: las organizaciones sociales, las limitaciones
éticas y la religión. Tras el asesinato el padre muerto se volvió aún más
fuerte de lo que era en vida. Lo que antes él había impedido con su existencia,
ellos mismos se lo prohibieron como consecuencia de la obediencia de efecto
retardado”(nachträglich). El padre muerto se había convertido en tótem. La
lucha fraticida por la posesión de las mujeres se detuvo por la prohibición del
incesto, el mandato “no matarás”, se impuso así como la prohibición de matar al
hermano. Por lo tanto el lazo social descansa sobre un crimen primordial,
desconocido por él mismo, y la lucha fraticida da paso a la creación del
prójimo, como “amor al prójimo” fantasma con el cual el hombre se protege.
Prójimo que es lo más allegado a sí mismo, y también lo más temido. El malestar
tendría su raíz aquí entre ese goce en estado primario y lo que la civilización
ofrece en sus formas más sublimes. Esto le permite decir a Freud que: “La
pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que
consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción; todas
las formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son
insuficientes para cancelar su tensión acuciante, y la diferencia entre el
placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante,
que no admite aferrarse a ninguna de las
situaciones establecidas, sino que,en las palabras del poeta, "acicatea,indomeñado,
siempre hacia delante”. El camino hacia atrás, hacia la satisfacción plena, en
general es obstruido por las resistencias en virtud de las cuales las
represiones se mantienen en pie; y entonces no queda más que avanzar por la
otra dirección del desarrollo, todavía expedita, en verdad sin perspectivas de
clausurar la marcha ni de alcanzar la meta.”[4]
En el seminario de La transferencia,
Lacan plantea que: “La angustia es el último modo, modo radical con el cual el sujeto
sigue sosteniendo, aunque sea de una manera insostenible la relación al deseo”. Entonces la pregunta que cabe hacer es qué
proponen la religión, la política y la ciencia cuando dicen que llegará el
momento en que no habrá más necesidades insatisfechas? La respuesta es que la
resolución de la angustia implica la anulación del deseo. Siguiendo esta
tendencia la Ciencia
sería el exponente máximo de la negación del deseo y de la abolición misma del
sujeto. Lacan ya lo había deducido después del nazismo, cuando en su
Proposición del 9 de octubre de 1967 dijo: “El campo de concentración
representa la reacción de precursores con respecto a lo que va a desarrollarse
como consecuencia de la transformación de los agrupamientos sociales por la
ciencia, y principalmente, de la universalización que introduce en ellos.
Nuestro porvenir de Mercados comunes encontrará su contrapartida en una
extensión cada vez más dura de los procesos de segregación”.
Asesinato de la metáfora fue la operación que se instauró con el
nazismo. Para lograr el exterminio de los judíos necesitaron literalizar los
significantes “parásito”y “basura”, entre otros.
Hoy la ciencia, vía la cirugía se constituye en el
Otro del transexual. Cuando literaliza su metáfora, en el cuerpo del sujeto,
“del error cometido por la naturaleza”. Metáfora que le permite sostenerse en
la vida . Es sabido cuántos de esos transexuales se suicidan cuando se obtiene
la justa resolución de su identidad sexual.
Hay otras formas de matar la
metáforas. Una de ellas tiene que ver con la homogeneización de los modos de
vida, que son modos de goce, lo que antes se llamaban las costumbres. Una
homogeneización de hecho que fue impuesta no por los ideales, no por el Uno
paterno, al que se llora, sino por el Mercado. Esta homogeneización se esfuerza por reducir las disparidades de
los modos de goce mediante una estandarización de los mismos.
Desde Hiroshima hasta hoy, la
ciencia siguió avanzando, a tal punto que la palabra tecnología es hoy un lugar
común. Pero no sólo la ciencia, el capitalismo también. Con ese fenómeno que
hoy llaman globalización. Aldea Global con autopistas informáticas.
Para algunos se acabo la historia,
que es lo mismo que decir que ha triunfado el capitalismo.
El posmodernismo dice que el
capitalismo autoritario cedió el paso a un capitalismo más hedonista y más
permisivo, y de esta manera se genera un individualismo posmoderno,
caracterizado por un narcisismo que designa el surgimiento de un perfil inédito
del individuo en sus relaciones con el mismo, y su cuerpo, con los demás, el
mundo y el tiempo, vivir el presente, sólo el presente, el narcisismo, nueva
tecnología de control flexible y autogestionado, socializa desocializando; el
narcisismo representa esa liberación de la influencia del Otro, una forma del
rechazo de lo inconciente. No hay mejor ejemplo de la locura que esta
descripción.
Retomando el triunfo del
capitalismo, su reinado, me arriesgo a conjeturar que estamos viviendo el
reinado del Uno unificante. Reinado que atraviesa a todos los sujetos y que lo
podemos observar en el ideal del éxito, sinónimo de cantidad de facturaciones
anuales, que se inscribe como significante fálico en el imaginario social.
También el ideal del autorizarse
a sí mismo que ofrece el psicoanálisis universitario, y luego la denuncia, que
como almas
bellas, profieren los psicoanalistas académicos frente a los
practicantes que no supervisan, ni se analizan, ni estudian. Ley del corazón,
locura del alma bella que no reconoce en el desorden del mundo la razón misma
de su ser.
Los que postulan una unidad del
cuerpo y la psiquis, a través de la maniobra de la psicosomática o somatopsíquica.
El ideal de la juventud eterna.
Los milagros que los laboratorios medicinales ofrecen en capsulas. Las
adicciones recetadas o no. Una lista, que podríamos continuar, donde vamos a reencontrarnos
con la ilusión del Uno, del Todo del mercado.
Considero que este reinado del Uno
genera un tipo de locura que es homologable a la figura hegeliana del
deseo de goce sin reflexión alguna, la más pobre de todas. Un
narcisismo cínico compatible con el asesinato de las metáforas.
Como analistas no podemos asumir la impostura
del Alma
Bella frente a estos temas que no dejan de implicarnos ya desde la
práctica clínica, desde la docencia, desde la investigación, o sea desde los
diferentes lugares donde tenemos una responsabilidad como psicoanalistas.
Claudio R. Boyé
Invierno de
2009
[1] Lacan,J.La ética del
psicoanálisis, Seminario 7, Paidós, Bs. As. Pág.: 15-16.
[2] Freud, S. : El malestar en
la cultura. Ed. Amorrortu.
TXXI.
[3] Freud, S. :En torno de una
cosmovisión. Ed Amorrortu. T
XXII.Pág.: 166
[4] Freud, S.: Más allá del
principio del placer. Ed.
Amorrortu, T XVIII, pág.: 42
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