lunes, 21 de marzo de 2022

 

EL LEONARDO DE FREUD

“...En el horizonte mismo del psicoanálisis en extensión

Se anuda el círculo interno que

trazamos como hiancia del psicoanálisis en intensión”.

Jaques Lacan

Este  trabajo[1] parte de una premisa: la clínica psicoanalítica es una clínica de la lectura. Lectura de lo que se dice en lo que se escucha. Lectura de la letra[2].

Esta clínica de la lectura es la que habilita las construcciones del analista. Estas se realizan, necesariamente, a partir de los significantes del único sujeto de la situación analítica y no desde el fantasma del analista.

Por lo tanto ¿se puede suponer una operación de lectura inherente al psicoanálisis  válida tanto en la intensión como en la extensión? Mi respuesta es que sí.

Esta afirmación se sostiene en la siguiente tesis: hay una  operación de lectura propia del psicoanálisis a la que Freud fue llevado por su descubrimiento -el inconciente- y por su invento -el psicoanálisis-[3].

A esta operación se la puede calificar como no erudita. Esto significa que es una lectura que no se apoya en documentos. Pero tampoco es sin documentos. Para este tipo de lectura es portadora de verdad tanto una fuente documentada, con valor histórico, como una novela, una obra de ficción.

Esta operación se instala en un borde que hace tambalear los límites supues tamente bien delimitados del documento y la ficción.

El aforismo de Lacan,  “La verdad tiene estructura de ficción”, formula y radicaliza la operación freudiana.

A partir de Freud se puede afirmar que los hechos están irremediablemente perdidos. Sólo se los puede recuperar a través de lalengua. 

El mero hecho de enunciar, contar, relatar, reconstruir cualquier acontecimiento se hace dentro de la estructura de lalengua y esto ya lo hace ficción del lenguaje.  

El creador del psicoanálisis afirmó en Los sueños que estos tienen un sentido, que se originan en deseos inconcientes que activan pensamientos inconcientes, y que deben ser traducidos al lenguaje de la conciencia. De esta manera se inaugura una dialéctica entre  actividad onírica y diurna que no se resuelve en ninguna síntesis superadora. A partir de aquí es mucho más difícil establecer la división entre sueño y vigilia.

En Poeta y fantasía  Freud asimila los sueños diurnos (fantasías) y los sueños. Es a partir de esta lectura freudiana de la compleja alma humana como nos enteramos que nuestra lectura de la realidad siempre pasa por el filtro de nuestros fantasmas.

Si recorremos los textos de Freud vamos a constatar que esta operación de lectura atraviesa toda su obra.

Recordemos que en el ejemplo principal del Chiste y su relación con el inconciente, el famillonario de Henrich Heine es en donde Freud lee el anudamiento entre el ser humano y el lenguaje.

Que es en el Edipo de Sófocles donde lee las coordenadas y callejones sin salida del deseo.

Que estudiando los caracteres de excepción pasa de un relato de un caso clínico al monólogo inicial de la Vida y muerte del rey Ricardo III, de Shakespeare, para extraer conclusiones de absoluta validez clínica.

Es en  El rey Lear donde Freud lee las relaciones del hombre con el amor, la vida y la muerte. Y así podríamos continuar.

Para ilustrar mi tesis recurriré al ensayo de Freud titulado Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci.

Considero que es en este trabajo freudiano y en las controversias que originó donde mejor se puede observar la operación de lectura que Freud inaugura.[4]

Para mostrar esto se impone realizar un recorrido por las críticas que generó la lectura que Freud hizo de las fuentes, es decir de los documentos  y de las referencias que utilizó para realizar su estudio del genio del renacimiento.

Mi propósito es mostrar que lo que se llamó un error “clave” en la lectura freudiana es en realidad una “clave de lectura”.

El error al que me refiero es que Freud parte, en este trabajo, de un recuerdo encubridor de Leonardo y allí donde, según las fuentes documentadas, debía decir milano (nibbio) Freud lee buitre.  

Las controversias parten de aquí, porque según los críticos en la construcción que realiza Freud el buitre juega un papel principal.

Mucho se ha escrito sobre este error. Uno de los críticos más contundentes fue Meyer Shapiro[5].

En la primera parte de su estudio Shapiro cuestiona la argumentación de Freud, pues esta se basa en el supuesto de que el pájaro del recuerdo es un buitre con sus connotaciones folclóricas y mitológicas.

Shapiro nos muestra, recurriendo a distintos documentos, que Leonardo en verdad había escrito milano (nibbio) y no buitre. Que Freud incurre en  este error porque en la traducción alemana que utilizó se había traducido como buitre lo que en realidad era un milano. Ahora bien ¿dónde Freud leyó buitre?, ¿en qué obra?

Por otra parte Shapiro nos dice que el milano es otra historia. Esta otra historia el crítico la encuentra en el Cuaderno de Notas  de Leonardo. Nos informa que  hay allí una colección de fábulas sobre las “Pasiones” y que una de ellas titulada “Envidia” trata del milano. El crítico se pregunta qué hubiera pasado si Freud se hubiese encontrado con este documento. ¿Acaso la connotación que tiene el milano -envidia- lo hubiera llevado a Freud a argumentar otra cosa?

Por lo tanto, como estos dos pájaros son absolutamente diferentes  el ensayo freudiano perdería su “argumento clave”. Pues este depende, de las connotaciones que posee el buitre. Al no ser reemplazable por un milano que posee otras connotaciones el argumento sería otro.

En el año 1957 Lacan responde, indirectamente, a Meyer Shapiro. En lo que se refiere al ya famoso buitre, dice:

“Freud sólo leyó este recuerdo infantil en la cita que de este pasaje hizo Herfeld, o sea que lo leyó en alemán. Pero Herfeld tradujo como buitre algo que  no es en absoluto un buitre. Freud podría haberlo sospechado, pues la traducción lleva las referencias a las páginas de los manuscritos, en este caso el Codex Atlanticus”..

Leonardo acostumbraba a escribir y a intercalar dibujos en su escritura. El pasaje al que hace referencia Lacan dice: “me parece que estoy destinado a ocuparme particularmente...”y  aparece dibujado un milano.

Hoy sabemos que en la antología de Herfeld que utilizó Freud no aparece este pasaje. Nuevamente la pregunta: ¿dónde lo leyó Freud?

Luego de una exhaustiva indagación sobre el milano, el buitre egipcio y el Gyps fulvus, Lacan llega a la conclusión de que Freud se equivocó. Sin embargo agrega:

“A menudo ocurre que, aun con toda clase de fallas, la visión del genio se ha guiado con algo muy distinto que esas pequeñas investigaciones, y  ha llegado mucho más lejos que esos apoyos puestos a su alcance de forma accidental. La cuestión es saber qué quiere decir esto, qué es lo que nos permite ver”.[6]

En un artículo de 1994[7], Shapiro es quien responde a la pregunta: ¿dónde lo leyó Freud?

“¿Cómo pudo Freud traducir mal “nibbio”(milano) por “buitre”? se pregunta el crítico, no del volumen de Marie Herfeld pues no contiene ese pasaje. Lo más seguro, nos dice es que el origen se encuentre en la traducción alemana de la novela histórica El romance de Leonardo da Vinci de Dimitri Merejkovski[8].

Según Shapiro, Merejkovski  había quedado impresionado por este recuerdo infantil y lo incluyó en su biografía novelada. En el original ruso nibbio está correctamente traducudo pero al pasar al alemán se tradujo como buitre.

Luego, agrega Shapiro:

“La historia de Merejkovski incluye varios episodios que no están basados en los textos originales italianos sino que son producto de sus propias elaboraciones ficticias del recuerdo clave”[9].

Subrayo esta observación que deja perplejo al erudito pero que a nosotros nos es de utilidad.

Hay otros pasajes utilizados por Freud que asombraron a Shapiro, confirmándole que la fuente fue una novela.

En el Capítulo IV, de la segunda parte, de la biografía novelada[10], Leonardo, hombre de 50 años, antes de alistarse en el ejército de Cesar Borgia, visita el hogar donde vivió de niño y rememora su pasado:

“Leonardo recordaba  como en sueños las facciones de su madre , y especialmente su  sonrisa, delicada, fugaz, no exenta de malicia, que contrastaba con la expresión de su rostro bellísimo, sencillo, melancólico, casi rígido y severo...La casita que habitaba Catalina (su madre) hallábase situada cerca de la quintade mease Antonio (su abuelo).

La descripción de las visitas diurnas que el joven Leonardo hacía en secreto a su madre nos dice que “caía en los brazos amorosos de su madre. Ella, que lo esperaba en la puerta de su vivienda, arrojaba el huso y se precipitaba al encuentro de su hijo para colmarlo de caricias”; pero, según se lee en la novela, el muchacho disfrutaba más de sus encuentros nocturnos. Sabiendo cuándo salía su padrastro, el joven Leonardo "se deslizaba silenciosamente del gran lecho cuadrado en el que reposaba al lado de su abuelo, Magdalena (su abuela) abría con cuidado los cerrados postigos, saltaba el antepecho y asiéndose a las ramas de una higuera se dejaba caer al suelo y corría, desnudo como estaba, a casa de su madre. Encantábale la frescura de la hierba húmeda de rocío...encantábale aún más el peligro de que su abuelo se despertase antes de tiempo y echase de ver su escapatoria y el misterio de aquellos abrazos que tenían algo de delictuoso cuando, encaramándose sobre el lecho materno, palpando en la obscuridad, la estrechaba con toda la fuerza de su cuerpecito.”[11]

¿Qué dice Freud del autor ruso? :

“El poeta Merejkovski es el único que sabe decirnos quién era esta Catalina (...)” y luego agrega: “Esta hipótesis del sutil novelista ruso y conocedor del alma humana carece de pruebas que abonen su exactitud; pero entraña tan alto grado de verosimilitud y se halla tan de acuerdo con todos los datos que poseemos sobre la vida sentimental de Leonardo, que nos inclinamos a suponerla cierta.”

Y ¿qué dice de su Leonardo? El 1 de noviembre de 1914, en una carta al pintor Hermann Struck le dice, al respecto:

“...De paso, también es ficción novelística (Romandichtung). No quisiera que usted juzgara la certidumbre de nuestras investigaciones por este ejemplo”.

Cuando dice “ficción novelística”, nos apunta Gombrich,[12] se refiere a la novela histórica sobre Leonardo.

Todas estas citas nos permiten vislumbrar que  se trata de una disputa respecto a las fuentes, a los documentos.

La crítica de Shapiro es clara a este respecto, la de Lacan también, ambos recurren a documentos.

Sin embargo Freud opera de otra manera respecto de los documentos. De una manera no erudita. Es decir incluyendo como fuente con valor de documento una ficción. Desde el punto de vista de la erudición esto es un error insalvable. Sin embargo Freud autoriza y se autoriza en la ficción de Merejkovki.

¿Cómo es esto posible? ¿Qué validez tiene utilizar como fuente histórica una biografía novelada? ¿Podemos sacar alguna conclusión de esto?

Una primera conclusión es que las disputas de los documentos pueden llegar a ser interminables. Ya hice referencia, en las notas, a las dificultades que trae trabajar con traducciones y  las diferentes versiones que produce un texto cuando es sometido a una traducción. Podemos afirmar que un texto cuando es traducido se vuelve otro texto, altero respecto del original.

Por lo tanto esta operación de lectura que es la erudita, es decir la búsqueda de la fuente, del documento, del origen, del original es la que Freud realizó en sus comienzos cuando aún creía en sus histéricas. Cuando sostenía la teoría del trauma, como consecuencia de un hecho verdaderamente acaecido. Esta es la lectura que Freud modifica cuando ya no cree en su histérica y sí en el fantasma.

Podemos afirmar que a partir de aquí la lectura freudiana no podría ir a la búsqueda de algún original porque el inconciente freudiano es un texto perdido que nunca existió.

Entonces la lectura que Freud realiza de la novela de Merejkovsky es una lectura clínica. Podríamos decir que el estudio de Freud se podría haber llamado Leonardo, un caso clínico o de como la intensión se anuda en la extensión.

Esta operación de lectura freudiana nos enseña en acto lo que el arte le puede aportar al psicoanálisis. Jamás a la inversa.

Claudio R. Boyé

Psicoanalista

 

        Post-scriptum: una última hipótesis, a desarrollar, es la siguiente. Los trabajos realizados por Freud sobre arte, que se conocieron como psicoanálisis aplicado, fueron lecturas necesarias para fundar el psicoánalisis. Freud, en su etapa de invención, se vio llevado a recurrir a los grandes poetas, a los mitos y, fundamentalmente, a los clásicos griegos, para abonar su teoría. Era imposible que recurriese a los saberes de su época pues estos eran desbordados por el acontecimiento al que Freud nominó inconciente. Por lo tanto, el remitirse al arte fue para fundar cuestiones relativas al psiquismo inconciente y no para aplicar el psicoanálisis a las diferentes manifestaciones artísticas. Considero que es por este motivo que lo que posteriormente se conoció como psicoanálisis aplicado, en cualquiera de sus vertientes teóricas o de escuelas, siempre estuvo más del lado de la psicobiografía o de la crítica, que del psicoanálisis. Es más considero que es imposible después de Freud realizar la misma operación, pues ella está vinculada, necesariamente, al momento fundacional del psicoanálisis.                                                            



[1] Quiero dejar testimonio que este trabajo es consecuencia de haber participado en una reunión de trabajo con otros analistas, donde se discutió el escrito de Lidia Araneo e Inés Rodríguez   Las "lecturas" de un psicoanalista". Compruebo una vez más que siempre se piensa con otros. Lo que confirma una vez más el dicho de Freud: El psicoanálisis es una obra colectiva, que aparece citado en el trabajo antes mencionado. En este caso con los integrantes del Encuentro entre Analistas.

[2] "La letra es algo que se lee.Hasta parece que se lee a raíz de la palabra misma. Se lee, y literalmente. En el discurso analítico se trata de lo que se lee , de lo que se lee más allá de lo que  se ha incitado a decir sin vacilar ante las necedades que se puedan decir. El significado no tiene que ver con los oídos, sino con la lectura de lo que uno escucha de significante". (El subrayado me pertenece). J.Lacan, Seminario XX.

 

 

 

 

 

[3] Es en el Múltiple interés del psicoanálisis donde Freud plantea que el método de lectura de los sueños es aplicable a diversas producciones culturales y a diferentes saberes. Que el psicoanálisis puede arrojar luz  aplicando sus premisas, sus puntos de vista, su método. Considero importante destacar que Freud "fue llevado", y agregar por "el deseo". No cedió.

[4] Es importante dejar aclarado que esta lectura que lleva a cabo Freud está muy distante de lo que después se conoció como psicoanálisis aplicado. Hoy en día se lo llama "extensión", "arte y psicoanálisis" etc., dentro del psicoanálisis postlacaniano. En este sentido es posible afirmar que hay una gran similitud (estructural) entre los postfreudianos y los postlacanianos en cuanto a la operación de lectura que cada uno de estos grupos realiza de los textos de Freud y de Lacan. Lectura no de los textos sino de lo que otros leyeron, es decir se leen versiones establecidas. Miller es uno de los que establecen lecturas, pero no es el úmico.

[5] "Freud y Leonardo: un estudio histórico del arte". (1956).Ed.Tecnos 1999.

[6] Es muy interesante observar que Lacan estaba sobre la pista de la operación de lectura que realizó Freud. Sin embargo la llama "visión del genio". Lo que no aporta mucho. A mi entender en esta clase del Seminario IV, Lacan incurre en el mismo método erudito que Shapiro, lo que lo lleva a cierto callejón sin salida. O lo que es lo mismo el lugar común del "genio" de Freud.

[7]  Unas cuantas notas más sobre Freud y Leonardo.También E.H.Gombrich, en 1981. "Las teorías estéticas de Sigmud Freud". Conferencia dictada en la universidad de Viena , para conmemorar el 125 aniversario del nacimiento de Freud.

[8] La edición en español que conseguí lleva por título La resurrección de los dioses (La novela de Leonardo da Vinci). Edición de Ramón Sopena, Barcelona,1931. Considero que el título mencionado en el ensayo de Shapiro incurre en un error (¿de traducción?) que no pude dilucidar por no disponer del original. Sin embargo lo más factible es que se halla traducido al castellano Roman por Romance y no por Novela que es lo correcto. Las citas que haga de la novela pertenecen a esta edición.

[9] El destacado me pertenece.

[10] El título de este capítulo es, casualmente(!), "Despuntan las alas".

[11] Esta cita pertenece a la versión ya citada en nota 7. Lo llamativo es que en las citas que realizan tanto Shapiro como Gombrich  se dice que Leonardo dormía junto a su abuela y no su abuelo. Además su abuela lleva por nombre Lucía y no Magdalena. Es más, los dos críticos encuentran en estos pasajes el origen de las dos madres, que se mencionan en el estudio de Freud  a propósito del cuadro de Santa Ana, la Virgen, y el Niño. El nombre de la abuela no considero que sea de gran importancia ya que no altera en nada la cuestión, pero sí el que haya dormido con ella o que ella haya sido su cómplice en sus escapadas nocturnas hacia la casa de su madre, cuando su  marido el viejo Accattabrighe se iba a la hostería para dedicarle una horas al juego, con sus amigos.

[12] En su artículo titulado "El ingenio verbal como paradigma del arte", en Tributos. Ed. F.C.E., 1991.

jueves, 17 de febrero de 2022

La aventura en el corazón

 


 Mario Saralegui

 

Para retomar la fábula de la paga y la pérdida propongo recuperar el gesto de Oscar Masotta al reverberar aquello de que la deuda en psicoanálisis es una deuda imposible de pagar. Los ejemplos extremos del sándwich y lo a sacrificar no son sino una metáfora local y dispar de aquella célebre invitación a cenar que se hizo un Jaques Lacan y que costeó un Françoise Perrier. Es sabido que el monto pagado en esa cena, en un caro restaurante parisino, fue el monto que fijó Lacan para el análisis de Perrier.

El problema de la paga y la deuda es abordado en términos genealógicos en Lacan quien lee entrelíneas cierto pasaje de los antiguos a los modernos. En la correspondencia entre Nietzsche y Georges Brandes se ubica que si el griego, Edipo por caso, es alguien que no puede pagar por lo ocurrido, es decir el incesto y el parricidio el moderno, Hamlet en este caso, es alguien que no puede pagar por lo aún no cometido. La referencia al acto va de suyo y no será fácilmente legible puesto que todo un mundo de coordenadas temporales está implicado en ello. El acontecimiento es, en primer lugar, aquello que permite escandir el tiempo.     

Abel y Caín son el espejo. Si en el apartado anterior La espada de sus ojos hemos realizado un breve recorrido por lo que llamaría la sombra del poeta en la historia y esto desde el punto de vista de la elección de la materia en cuestión: la producción de obra, ora en Nietzsche, ora en Spinetta, ora en Shakespeare ora en Tarkovsky. Esta idea de la sombra del poeta fue extraída del final de la obra de Mauricio Kartun Terrenal donde el autor se zambulle en las raíces sórdidas del fratricidio, desde el Antiguo testamento a Borges, para darnos en el través de la historia que humanamente nos contamos una someridad de los espectros que nos habitan: Abel y Caín, que nos hablan como caído y verdugo.

Ahora bien, Abel y Caín son germen del hombre moderno, el cristianismo es la cizalla, el hombre antiguo no sabe, sino que está arrojado al acto, el moderno en cambio es posterior a la manzana, es él un nudo de hesitaciones. Digámoslo míticamente, su división es efecto de la manzana extraída del árbol del conocimiento. A este respecto, la coordenada donde Edipo cae, resignificando sus escenas históricas, es la ilustración más acabada sobre ese pasaje al acto (arrancarse los ojos) donde el otro le se revela como si mismo. Y donde, puntúa Lacan, Edipo ve, ya sin los ojos en sus orbitas, ve sus ojos arrojados al suelo fatuo instalaba así, aquel lúcido psicoanalista, el rerum de que toda angustia es angustia de castración. En fin, esta proposición no va de suyo sino tiene que ser recorrida.     

A nadie escapa, ahora que han sido situados en este recorrido, que el trazo anterior llamado La espada de sus ojos, en alusión a un equívoco que da a leer en su obra Luis Alberto Spinetta (se remite así aquí al disco Los ojos), intenta ubicar el trayecto en el alma del poeta de lo que Freud llamó escrúpulos de conciencia. Pero hay una indicación de Lacan a la altura del Seminario 6, El deseo y su interpretación, que creo es una puerta abierta: la experiencia del hombre moderno, nos dice, péndula entre Hamlet y Fausto. Haré bien en notar aquí aquello que podríamos llamar oscuros presagios y que emergen en el hombre moderno sugiriéndole que lo peor ocurrirá, que no puede sino ocurrir, que no hay salida, que solo cabe esperar el desastre... [Esta idea es expresada aquí con la gramática que propone Friedrich Nietzsche a la altura de Gay saber en el derrotero hacia su Anticristo donde da a luz a su locura.] Se presta así a recorrer entonces, un otro trayecto, una otra reflexión. Todo esto a los fines de poner el acento en la estructura gramatical que nos permita leer en los meandros de nuestra existencia...             

 

En Terrenal de Kartun el desenlace es el que tememos, Caín termina con Abel, su hermano y sombra, el poeta. Pero en verdad ese asesinato no termina nada puesto que es el preámbulo de una mezcla inaudita, la maestra lleva en el vientre la secreta descendencia de Abel. Podemos parafrasear que el asesinato del poeta es el embarazo de Caín. Desde Salomé de chacra Kartun arrastraba este conflicto, Caín recita absorto: Mi cabeza encinta –Caín el fratricida, aquí en su versión de estanciero. En esta obra precedente el dueño de la estancia mata al poeta anarquista al que envía al fondo del aljibe.

Ahora bien, ¿quién es Caín? Comencemos entonces a analizar el sendero del desdichado. Y así como ubicamos a Borges dentro de la estela del poeta (y bajo la égida ahora de una lectura abierta y sugestiva que realiza Ricardo Piglia) vamos a ubicar a Roberto Arlt dentro de esta dialéctica del indigno. Hay un problema en la novela de Arlt que se supone implícito a sus personajes principales: ¿cómo se hace para que a uno lo elijan? En el desfiladero quien especula va a perder la rienda del cálculo, a cuenta de la generosidad de Roberto Arlt ese modo en que habilita sentir a sus personajes y que lo aleja para siempre del bestseller, es decir, de cualquier categoría crítica moral de esos mismos personajes. De ahí su falta de técnica como escritor, Arlt no obstante dice. Leamos como hace sentir a ese, su personaje más célebre, Remo Erdosain. Extracto del apartado Trabajo de la angustia de su libro Los siete locos donde desplega la voz de un narrador omnisciente pues es él mismo con quien Erdosain se desahoga:

 

-El alma está como si se hubiera salido medio metro del cuerpo. Un aniquilamiento muscular extraordinario, una ansiedad que no termina nunca. Usted cierra los ojos y parece que el cuerpo se disuelve en la nada, de pronto se recuerda un detalle perdido, entre los millares de días que ha vivido; no cometa usted nunca un crimen, porque eso más que horrible es triste. Usted siente que va cortando una tras otra las amarras que lo ataban a la civilización, que va a entrar en el oscuro mundo de la barbarie, que perderá el timón, se dice y eso también se lo dije al Astrólogo, que provenía de una falta de training en la delincuencia, pero no es eso, no. En realidad, usted quisiera vivir como los demás, ser honrado como los demás, tener un hogar, una mujer, asomarse a la ventana para mirar los transeúntes que pasan, y sin embargo, ya no hay una sola célula de su organismo que no esté impregnada de la fatalidad que encierran esas palabras: tengo que matarlo. Usted dirá que razono mi odio. Cómo no razonarlo. Si tengo la impresión de que vivo soñando. Hasta me doy cuenta de que hablo tanto para convencerme de que no estoy muerto, no por lo sucedido sino por el estado en que lo deja a uno un hecho así. Es igual que la piel después de una quemadura. Se cura, ¿pero vio usted cómo queda?, arrugada, seca, tensa, brillante. Así le queda el alma a uno. Y el brillo que a momentos se refleja le quema los ojos. Y las arrugas que tiene le repugnan. Usted sabe que lleva en su interior un monstruo que en cualquier momento se desatará y no sabe en qué dirección.

«¡Un monstruo! Muchas veces me quedé pensando en eso. Un monstruo calmoso, elástico, indescifrable, que lo sorprenderá a usted mismo con la violencia de sus impulsos, con las oblicuas satánicas que descubre en los recovecos de la vida y que le permiten discernir infamias desde todos los ángulos. ¡Cuántas veces me he detenido en mí mismo, en el misterio de mí mismo y envidiaba la vida del hombre más humilde! ¡Ah!, no cometa nunca un crimen. Véame a mí cómo estoy. Y me confieso con usted porque sí, quizá porque usted me comprende...

«¿Y la noche?... Llegué tarde a casa. Me tiré vestido encima de la cama. La emoción que puede experimentar un jugador la sentía yo en los afanosos latidos de mi corazón. En realidad, no pensaba en los sucesos posteriores al delito, sino que mantenía al borde del mismo la curiosidad de saber cómo me comportaría, qué es lo que haría Barsut, de qué forma lo secuestraría el Astrólogo, y el crimen que en algunas novelas había leído se presentaba interesante; veía yo ahora que era algo mecánico, que cometer un crimen es sencillo, y que nos parece complicado a nosotros debido a que carecemos de la costumbre de él.

«Tan es así que recuerdo que me quedé acostado con la mirada fija en un ángulo de la pieza a oscuras. Pedazos de antigua existencia, pero inconexos, pasaban como empujados por un viento, ante mis ojos. Nunca llegué a explicarme el misterioso mecanismo del recuerdo, que hace que, en las circunstancias excepcionales de nuestra vida, de pronto adquiera una importancia casi extraordinaria el detalle insignificante y la imagen que durante años y años ha estado cubierta en nuestra memoria por el presente de la vida. Ignorábamos que existían aquellas fotografías interiores y de pronto el espeso velo que las cubre se rompe, y así, esa noche, en vez de pensar en Barsut me dejé estar allí, en ese triste cuarto de pensión, en la actitud de un hombre que espera la llegada de algo, de ese algo de que he hablado tantas veces, y que a mi modo de ver debía darle un giro inesperado a mi vida, destruir por completo el pasado, revelarme a mí mismo un hombre absolutamente distinto de lo que yo era.

 

Destaca Lacan, en el comienzo del Seminario 10, La angustia, tras un raid de indicaciones etimológicas que lo que trae el pasaje al acto es un estado de embarazo tal en donde el sujeto esta tachado, de cobarde podríamos continuar arltianamente la frase. El pasaje al acto, depende en todo de ese previo estar impedido o inhibido es Arlt quien lo revela, Remo no puede acceder a su mujer. Lo mismo ocurre en Kartun, quien en su obra Salomé de chacra nos entrega un Caín en toda su coyuntura: mi cabeza encinta... recita el estanciero justo en la coyuntura donde desea a su sobrina quien le bambolea su histeria. Pero este estar embarazoso, colmado por el significante diríamos, también podría rastrearse etimológicamente como un estar en el barro. Es este sorpresivo estar y no obstante no poder seguir estando que empuja ¿de qué se trata? Es curioso, en esa otra gran tragedia que diseña nuestras neurosis, el Fausto, el embarazo de Margarita se presta a ser interpretado como sinónimo de humillación. Cualquiera puede arribar a estos relatos encabalgados entre el medievo y la modernidad... son buenas jóvenes fieles, pulcras y puras, y sin embargo son tan pobres que suelen quedar desconsideradas, cuando no ¡abandonadas! por su seductor una vez que ha consumado el hecho. Fausto no remite así aquí más que a su crimen, Margarita va a ser muerta por su propio estropicio, de una vez liquidada su vergüenza y su vida.

Pero en definitiva este estar embarrado... ¿a qué viene esa secuencia de conmoción, seriedad, preocupación que desencadena la angustia? Lacan responde: “es que el afecto no está reprimido. Está desamarrado, va a la deriva. Lo que está reprimido son los significantes que lo amarran.”

 

 

Dios o el diablo

 

En el extracto antes citado de Arlt leemos: oblicuas satánicas... que garantizan la mirada de los detalles infames y bajos de la existencia toda. Subraya Freud en Malestar en la cultura que no podría indicarse una necesidad tan imperiosa durante los años de niñez como la del amparo paterno... y en el análisis del así llamado caso de neurosis demoniaca reenvía todavía la lectura de la locura diabólica a los avatares que en el enfermo produce la muerte de su padre. Vimos que en ocasión de la muerte del padre de Shakespeare germinó en Hamlet como si fuera una cornisa incestuosa, aquí a idéntico peligro emerge un reproche homicida que en Fausto nos devela las condiciones de su pacto con el diablo. Si Hamlet no puede vengar la muerte de su padre, dice Freud, es a razón de que esta incurso del mismo delito que él juzga. Arlt refiere cierta anécdota, de joven es echado de la casa paterna. Endemoniado ante la expulsión vertebra la tentación delirante y la necesidad de castigo que desespera al sujeto. Freud mismo lo indica tanto en Fausto como en la neurosis demoníaca se constata el ardid, el cálculo, el mismo Mefistoles es primeramente y antes que nada un simple intruso, un perro negro.

 

Caso Highlander. Comienza por presentarse en torno a aventuras infantiles, una vez dispuesta su internación en el orfanato de curas, se enferma por primera vez. Todo un ardid, los curas pensaron que estaba endemoniado o poseído yo no sé qué me pasó, la historieta es que comencé a levantar fiebre, elevadísima, no me la podían bajar, hablaba estupideces, disparates. Me sentía realmente como en una nube de pedos. La cuestión es que así logré volver a mi casa, era chico, no sé qué edad tenía (dice agolpando una risita, dejo de placer). Después pasó que me internaron de nuevo y me escapé y corrí enloquecido como 10 kilómetros hasta mi casa, mis papás cuando me vieron no entendían nada, me querían matar, pero me salí con la mía. Hasta que después vino la separación y nos mudamos a casa de mi abuelo en Belgrano y no la vi más a mi mamá y al poco tiempo a mi papá. Intervengo De modo que separación y abandono se te hicieron pareja. Esto abre a su propio abandono respecto de sus mujeres y de su hijo. Hace ya unos... no recuerdo el tiempo que no veo a mi hijo. Yo digo que estoy rengo de un hijo. Cabe subrayar que este paciente tuvo cáncer de pulmón por lo cual le extirparon un pulmón, y luego tuvo cáncer en una pierna durante el tratamiento, finalmente se lo extirparon y no corrió mayor peligro. Las primeras entrevistas me dejan pensando, advierto el advenimiento de una frase de sentido común: al final este chico es un cáncer... frase que imagino se habrá desplazado por aquella de este chico es un demonio.

 

La humillación

 

La escena que larga Erdosain ante el capitán que viene por su mujer dice de Arlt. Allí indica que su padre de chico le auspiciaba: mañana voy a pegarte, y él se quedaba insomne, en la más incierta espera. Hasta que vomita el detalle de esa escena pegan a un niño:

“Caía su mano sobre mi hombro obligándome a arrodillarme, yo apoyaba el pecho en

el asiento de la silla, tomaba mi cabeza entre sus rodillas, y de pronto crueles latigazos

me cruzaban las nalgas”

 

 

La previa indeterminación, la espera es concurrente en Erdosain, camina por las calles y entonces se arroja a prostíbulos de imprevisto, conminado por ensueños de que su mujer se escapa con otro. Esos oscuros presagios, una vez más la profecía cumpliéndose. El gesto de la escritura de Arlt arroja luz sobre un costado sombrío, gesto semejante al de Ingmar Bergman con su Linterna mágica quien deja ver ahí donde no se suele ver. El asunto es en extremo embarazoso y finalmente despliega Arlt esa suerte de nausea ante el medio hostil y extraño, turbación que ante el más mínimo detalle va a desahogar entonces el desastre...

 

Tengo que matarlo, esta es la recitación que encuentra dentro de sí Erdosain. Es curioso tanto en Bergman como en Arlt se dan estos dos hitos de su historia, la expulsión de la casa paterna. Como si no hubiera lugar para dos hombres, uno será entonces el intruso. Lacan una vez más nos guía: es en la ascesis del plano imaginario donde se cuenta un lugar para dos aspirantes que, en adelante, irán como contrincantes. Lo curioso es que esta lucha por puro prestigio, lucha a muerte es la contienda del niño facineroso. El Caín de Kartun se constituye con ese detalle indeleble que hace que durante toda la obra Caín mire por el rabillo del ojo la nada que habita el poeta.    

Sometimiento, entonces, a la voz de un padre. La ley como sometimiento, esto puede verse en la repulsa que aprende Borges a las achuras que comen los negros del abasto, o mismo en la repulsa de Erdosain a los guisos picantes y grasosos que se cuecen en el once. Estamos ante el signo de lo inmundus, el asco es el linde. Es la pequeña grieta por la que se cuela el intruso. Son desesperados intentos de hacerse de amparo, un padre se diría, cotejados ya sea en ese improbable y legendario Macedonio para el poeta o en ese Astrólogo, ideólogo y mesías a la vez loco y cínico, para el desdichado Erdosain. El astrólogo advierte que el sentido de Erdosain de haber asesinado a Barsut alimenta su disponibilidad de uso, aunque Barsut esté completamente vivo, respirando su envidia. ¿De qué se trata este sentido de haber muerto a, sentido de asesinato? Lacan habla por homonimia de sentido y gozado dando una pista al menos... ¿Pero alcanza con que algo en uno lo dicte? ¿Cómo es posible, entonces, si en realidad Barsut está vivo? Freud en su Pueden los legos ejercer el psicoanálisis refiere que no es extraño que personas que jamás hayan cometido un crimen actúen como si realmente lo hubieran cometido, es función del deseo de aniquilar al padre, que está en el sujeto reprimido. Es ese padre el que hace las veces de competidor en relación a la madre y/o al resto de las mujeres, es el quien, de un momento a otro, puede cerrar el puño y desdibujar las líneas del mundo. Valga aquí el guiño de pasada de ese otro ideal macedónico, juglar errante que lee como un gitano en las palmas de la vida y pulsa el pulso con las cuerdas de su guitarra. Lo paradójico del gesto de Macedonio de no querer publicar lo deja en esa suerte de retiro total, en esa ascética del disparate, a caballo entre la payada y el ensayo, nómade en su territorio, fantasma de padre, por no poder serlo, de una primera generación nacional, esa que luego se dedicara exclusivamente a las letras.

Decimos que es la ambivalencia, el odioamor, la tentación (pacto con el diablo) que subyace en el vínculo hostil del neurótico con el padre lo que se pone en superficie con este desamarre. Y con esto dicho tocamos el fondo de la cuestión del desamparo. Sea como sea algo deja oír, la conciencia ardiente de ser que clama en Erdosain y allí en nítido desvelo por el asesinato, la caída del héroe es intento de ligazón a ese Astrólogo. La conciencia carga... y si bien es cierto que disparará sobretodacosa entristece. En el plano de lo anecdótico el padre del niño Roberto Arlt aparece descripto en el apartado La humillación como una suerte de calco de la conciencia confesa de Ingmar Bergman, el fantasma coincide en los golpes y en el caer entre las rodillas enormes del progenitor. Intercalo aquí las dos escenas de estos dos cinematografílicos. La escena del fantasma de ser pegado (notar aquí la voz pasiva, índice pulsional) que catalogamos como humillación enraíza en la más primitiva escena de ser seducido:

“El lago era circular y se decía que no tenía fondo, el sendero terminaba en una estrecha faja de arena que iba al encuentro del agua y se precipitaba brutalmente hacia la oscuridad. Nos desnudamos, mi padre se tiró de espaldas al agua, resoplando... yo fui con prudencia dando brazadas, me dejé hundir bajo la superficie, allí no había fondo, ni plantas acuáticas ni nada. Nos sentamos en la orilla a secarnos el asfixiante calor, rodeados de insectos voladores. Mi padre tenía los hombros rectos, la caja torácica alta y fuerte, largas piernas y un sexo grande casi desprovisto de vello, sus brazos eran musculosos con muchas manchas en la piel y yo permanecí sentado entre sus piernas como cuelga Jesús en la cruz, entre las rodillas de dios en el antiguo retablo. Mi padre había encontrado en la orilla una flor inmensa de intenso color violeta, mientras se preguntaba como la llamaría la fue deshojando para averiguarlo, sabía muchísimo de flores...”

[Linterna mágica, Ingmar Bergman]

 

Hemos visto como en Shakespeare la continuidad del vínculo de la madre inhibe e impide el acto. Freud pensó que Hamlet coincidiría con la muerte del padre del mismo poeta. Es curioso advertir que, si en Edipo el padre es un contrincante desconocido con el que luchar, en Hamlet el padre es un fantasma que exhorta ser vengado. Un poco más por esta vía y el padre ha huido mientras el hijo busca un padre. Entonces se le enfrenta, lo alucina y lo busca. Se rebate, es la línea iniciada en el ¿padre por qué me has abandonado? que se continúa en el más profundo ¿padre no ves que estoy ardiendo? En Arlt, ¿qué sentido puede tener el detalle sensual de Severino asesinado? Los pies aherrojados, otra vez las rodillas. Y ese cierre: Las balas han escrito su última palabra en el cuerpo del reo. El padre es competidor, no solo en relación a la madre sino también en relación a las demás mujeres. Ahora bien, pero ¿qué hiciste? Erdosain por si acaso pudiera decirse... ¿A quién cree que mata Remo? Barsut era el primo de su mujer, aquel que acreditaba un deseo ominoso hacia ella ¿incestuoso? Todo nos lo sugiere.

Pero ¿qué hay de la mujer? Porque por más que Barsut aspire a ella, ella permanece hermética, un tramo más y ya en Los lanzallamas la ajusticiada es ella, la mujer corrupta por deseante, la bizca. La escena final trae a todos los aires a aquel joven demoníaco que imaginarizo la sociedad argentina, Robledo Puch, que explicaba el asesinato de una mujer por la cara que puso cuando el abrió la billetera. Este verdadero cruzado creía leer el gesto soez que enlazaba dinero y tentación. Todo indica que si la madre está perdida por ser imposiblemente pura, la mujer avezada tomará su lugar de puta.

 

 

Cita de Lacan del Seminario 10, La angustia:

 

La prostituta, la relación con ella, lo sabemos por nuestros análisis, engrana casi directamente con la referencia a la madre. Mientras en otros casos las degradaciones de la liebesleben, es decir de la vida amorosa, están ligadas a una oposición del término materno, que se apoya en la mujer en la medida en que esta se convierte en soporte, en el equivalente del objeto fálico.

 

Pero volvamos a Arlt que trabaja en la revelación como si fuera a encontrar el aspecto del objeto que debía permanecer oculto, una suciedad cualquiera, un olor, una mueca fuera de lugar. Los dientes sucios de la mujer, un aliento ácido, la corbata deshilachada, el cuello roído, los botines rotos. Y con su acento, el detalle revelado ¿Arlt habría de indicar así el carácter sexual espurio? Cabe aquí intercalar la célebre descripción insertada en el Prólogo a Los lanzallamas, donde el escritor disfraza irónicamente su violencia contenida si pudiera decirse su impertenencia, sobre el autoerotismo escatológico del personaje del Ulises en Joyce. Torre Nilsson acierta creo al presentar un Remo Erdosain nauseado ante las manos con viseras de Elsa que lo quieren tomar por las mejillas. La pura se trastocó en impura por medio de ese objeto fetiche, el dinero. Y se da entonces un verdadero desfiladero de la repugnancia: que comienza en el tan destacado sácatelos a los pantalones que se te van a arrugar para concluir en el no se vive de besos. Todo prepara un filo que desemboca en un Roberto Arlt que insiste dementemente en su vieja invención aquella con la que finalmente logrará que no se corran los puntos de las medias de nylon. ¿Esa terca idea repitente de la inventiva, la flor de cobre, la corbata de metal, busca entonces, de modo encriptado, la suspensión de la desfloración o bien la detumescencia? Injertar una nueva felicidad en esta vida, hace decir el escritor a Erdosain. Pero con todo la empresa está destinada al fracaso, ya que no podría satisfacerse con una mujer petrificada, y esa petrificación es signo, sospecha de que él no es digno de ningún querer.

 

 

La vida puerca

 

¡Y esa escena! La escena de la humillación ante la huida de su mujer (Elsa) con el otro. ¡Y ese otro! ¿Cuánto gana? Es toda la pregunta del duelo. Mi pobre Alma. De lo que se trata es de llegar a cualquier precio. Erdosain va a ir en busca de la deuda, con un tinte de humillación casi insoportable, mueve las manos, cabizbajo: rajá turrito rajá. El folclore de esta frase lunfarda habrá que ver si finalmente hace ver su filiación directa con la prostitución, con el prostituirse. En esta coordenada se inscribe la famosa cuestión del pacto con el diablo que tanto se puso en el eje en la tragedia de Fausto, en el caso de Erdosain es su encuentro con El Astrólogo, que es Mefistoles de otro modo, este exime al héroe su cobardía, tome compañero, y le regala un arma, es como el cuchillo de Fierro, lo hace a uno valiente. Pero Arlt para la condición moderna de instaurar un pacto necesita de dos personajes: El astrólogo y Hafner el rufián melancólico, ya había indicado Freud que la figura del padre se desdobla en dos, dios y diablo, que es a su vez, el ángel caído. Pero la pregunta es pertinente: ¿por qué un pacto donde podría figurar un don? Un pacto es entre parte iguales, mientras el don introduce la asimétrica fundamental por naturaleza. El padre arltriano, entonces, seduce al niño y esto en vez de agregar amparo troquela la suerte del mismo. Huelga decir que la mujer esta desechada, es un desecho a modelar con pócimas, elementos no propios, ajuares, distintos elixires o milagroseos pero ella nunca alcanzará la forma insuflada. Se eclipsa así la posible diferencia. La sexualidad de Erdosain es en todo un impedimento, no hay encuentro sino abyección, él está frío.

¡Te das cuenta de lo que me estás diciendo! -le increpa a la mujer. Detrás del cristal hay un reclamo inabarcable, insurcible. Mientras María lo espía desnudo él le ofrece plata, y más plata, y solo plata... es decir el objeto de su desnudez. La vida puerca se titulaba su primer libro, título que fue subrogado por El juguete rabioso en la medida que al escritor lo forzó Guiraldes. La investigación de los personajes de Arlt arriba a un detalle que revela la abyección: él es indigno de cariño, no te quiere nadie, le cae como baldazo... y él no puede ni atreve a hacer nada más que proyectar esa crueldad obsesa: Perdiste la pureza por haber andado confiando en los hombres –le machaca a la adolescente que compra. Y ahora dios te castigo. Fin. Liquida a la mujer deseante.

 

 

En el retablo de marionetas.

 

Fausto cavila su insatisfacción en el momento de la aparición de su amo, Mefistoles le incita a subir a la escena del mundo a cambio de que claudique su voz moral. Fausto acepta los goznes de ese goce ilimitado a condición de tornarse secretamente una marioneta. El privilegio es codear fuera la muerte. La posición de gozo lo es ante un padre, dios o diablo comando del mismo retablo. El reloj de Hafner es herencia de Erdosian vía El Astrólogo, es lo único que queda de él, esta marca fuera de tiempo lo sitúa en otra relación con su conducta, con el modo en que va a conducirlo. Usted es un criminal, no puede retroceder un solo paso le recita el Astrologo con su inquietud revolucionaria. El reloj es más que don un extraño préstamo con cláusula de cobro. Otra vez y de otra manera el delirio coincide con un padre muerto. La bipartición entre ángel y diablo es como en Schreber la mismísima genealogía de dios, Ormuz y Ahriman, como figuras del padre.

 

La genialidad de Leonardo Fabio se expresa con su mejor detalle en su Juan Moreira donde construye el personaje de La muerte en apariciones esporádicas e intempestivas de una inquietante Alba Mujica que juega al truco con el gaucho, calco este de la partida de ajedrez del film El séptimo sello donde Bergman decide la interpretación de la muerte por Bengt Ekerot. Ambas performances acentúan una distorsión temporoespacial pero también sonora en la voz del espectro, signo que le hace reconocer al héroe de que se trata de un encuentro. Nuestro Moreira tiene la peculiaridad de ser buen soldado, en ese rato que se le concede, aunque el soldado en sí es lo que menos importa. Lacan en La Tercera lo advierte cuando habla del bigotito de Hitler, un sesgo que dirija la inconciencia del imperativo.

Fausto entonces sigue en el retablo de Mefistoles, su hiancia es respecto a Margarita a quien le duele dejar y asiste en el infierno al espectáculo de esta mujer quien no tolera la carga y se mata. Por su lado, Bergman resitúa una y otra vez en sus películas el doblez de su propia mujer que por madre deja de ser deseada y luego se relanza a una nueva aventura con la que promete ¡esta vez sí! ser la actriz centro de escena. Idéntica conflictiva se presenta en Ese oscuro objeto de deseo, donde Buñuel advierte el doblez del objeto una vez que la mujer parece haber muerto, y escupe por fin ante la joven irreverente que le hace de centro de escena: hace tiempo estoy harto. El nombre de la joven impoluta, es el nombre de su fantasma, Conchita.

La contundencia de Kartun reincide en Salomé de chacras donde hace aparecer, tal como si de una mamuska se tratara, a un Herodes dentro de un Barreda. ¿Cuál es el lugar de la mujer? La muy degradada, Cochonga, sea ella su esposa o quien sea le grita al mismísimo estanciero (fijaos ya no es el susurro de Yocasta) Conchita. Se lo grita con todas las letras y se lo repiten en coro. Coro que consigue así el acto. La cabeza del Bautista está lista para la cena, una cena orgiástica que recuerda en todo aquel polémico caso en que intervino Lacan, el de los sesos frescos. ¡Pero si son los sesos del poeta! Con una brutal carcajada como indicación Kartun nos ayuda a leer el problema que atraviesa toda américa, de un extremo a otro, el problema de la antropofagia. Problema que adivinaron los conquistadores y tanto les horrorizó a punto tal que hubieron de trazar en esta fantasía la divisoria de aguas entre barbarie y civilización, entre un ellos y un nosotros.

 

Acá intercalo el pedido de compañía que me realiza el paciente Highlander para lograr, dice, convivir con la enfermedad. Un pedido imposible para cualquier objetivo terapéutico. Tal vez el analista podría acompañar a convivir con la muerte, pero no así con la enfermedad. ¿Pero quiere H que sea el analista aquel que a modo de un Mefistoles le exima las consecuencias de cada acto donde él se arroje a una nueva aventura: tirarse en paracaídas, sobrevolar en helicóptero las cataratas, bucear en las profundidades del caribe, etc? Estamos como cuando llegamos de España, solía repetir en el comienzo de cada sesión, como una mano atrás y otra adelante. La hipótesis se contrasta en el momento del abandono del análisis, le informan que no va a poder bucear y decide realizar un curso nemotécnico para dejar de olvidarse las llaves, el dinero, las cosas de todos los días. Le indico que el esta rengo (el paciente había sido operado nuevamente de un lunar en una pierna) y que eso lo limita físicamente. Resuelto responde que su enfermedad tiene menos que ver con el cigarrillo que con algo congénito.                   

 

Hay una película de Herzog que es a esta coyuntura muy interesante, Cobra verde, el film relata las peripecias de un vendedor de esclavos que se tornó legenda en Brasil, de alguna manera una suerte de leyenda del mercenario. En el comienzo hay un encuentro con una especie de duende que Herzog lo remite a un cantinero enano y deforme. En la carraspera de su voz el otro le pinta los confines más exuberantes a conquistar, su pacto es pacto de desquite, de trasgresión. De la serie de películas que Herzog filmó con Klaus Kinski, el director siempre manifestó su admiración por este excéntrico actor, esta es la última. De alguna manera también la última en la serie dedicada a la figura de conquistadores, que en este director esta amenizada con caracteres del reich. En fin, cerraremos este paréntesis analizando la última imagen de la película como una renuencia de la pérdida de la potencia. Cobra verde tira una y otra vez desesperado el cabo pues no consigue desencallar el barco con el que volver a la mar ya que anhela tornar a Brasil puesto que el estado enloquecido de los poblados africanos que diezmó le repugna. Con este volver a cruzar la mar, en dirección opuesta ahora, se pone así en juego el plazo y el fin de la acción de la conquista. Cabe detenerse y observar el encuentro promisorio y alucinatorio en este caso con el duende, pero también en el caso de Hamlet con el espectro que es su padre, las exigencias de principear el reino, y en Fausto aquel perro negro de Mefistoles que lo conmina a gozar desairadamente. Hay un empuje, notemos. En Herzog no es la exhortación del ángel de Hamlet. Luego el ángel, el mendigo del andén revelan más bien una verdad intolerable mientras que Mefistoles o el duende tientan, seducen...

En el ámbito musical el mito demoníaco se dibuja en la figura de Paganini, y mediante el cual me introduje en una conversa ocasional con un joven llamado Andrés: A mí me decían paganini, me lanza en la plaza al sol donde leo la biografía del músico. Hasta que terminé en cana y después cuando salí voy pasando un tiempo en la calle y otro alquilo cuando puedo una pieza. Yo vivía en una villa, ahí andaba tomando (alusión a la cocaína), como laburaba en un lavadero, ganaba bien y pagaba todo yo. Era el cumpleaños de mi amigo y me dice “dale vamos a tomar”, y yo le digo que no puedo más que estoy de gira hace dos días y que tengo que volver. Me insiste y me convence y ahí voy, al final llegamos a la casa del transa y mi amigo ahí nos cuenta que se había acostado con la jermu del transa y entonces cuando llegamos el transa nos cortó a todos con una cuchilla de carnicero y nos invitó a tomar dentro de la casa. Entramo, todo bien pun pan pun y en eso escucho gritos y el transa con la cuchilla que venía corriendo detrás nuestro cae, estaba muerto. Yo no me di cuenta del todo, vamo vamo les decía. Cuando vinieron los cobani a buscarme a la villa, me hice el otro y me escapé. Anduve un año viviendo en la calle y después me agarro la cana y terminé dos años preso. En sí yo no hice nada.  

 

El tango parece ¡es! esta vía... ¿Por qué a mí? Como sea que sea el desdichado canturrea en cualquier tempo el rollinga No se puede vivir del amor y hasta a veces meneando la cabeza degusta así extático su Encuentro con el diablo. Estas canciones hicieron mella, pues retienen una negación brutal e inamovible sobre la imposible condición de la vida. Sueñan con el caer del cálculo y los plazos tras los lindes de lo que culminará, pero jamás culmina. El futuro llegó. Es entonces el momento de ese: Perdón por el tiempo venidero, por no poder atar... del Juan Moreira y ese otro resuello de Fierro: Abriré con mi cuchillo el camino pa´ seguir...

 

Y en último tramo de nuestro recorrido hemos cruzado a Fausto y a Fierro. La humillación al fiel no puede ser mayor, y es como si poetas quisiéramos abrevar en ese aljibe y hacer oír las voces del tiempo. Dar paso a las sirenas que al fin llegan al estaqueado y le aflojan levemente las cuerdas... El título de este apartado no busca sino en ello, con el cifrado de una canción de Milton Nascimento (se remite así aquí al disco Minas) como todo intento de leer en el discurrir del agua. Y se apunta muy bien a ese amor a la decisión que habría encontrado el poeta y que deja cifrado en la traza: La aventura comienza en el corazón de los navíos... Nos parece este, un buen modo de entonar aquello que se advertía como una salida que es a su vez una entrada...         

 

 

[Julio 2021]