martes, 7 de abril de 2015
EL DÍA QUE LACAN FUE SARTRE
LACAN EN NEW YORK
Persuadido de ser mundialmente célebre, Lacan quiso tener el privilegio de una visita privada al Metropolitan. Cómodamente instalado en el hall del hotel Saint-Regis, exclamó: "Diganles que soy Lacan". Sus tres interlocutores quedaron petrificados. Pamela Tytell resolvió el problema con un buen humor muy "lacaniano": telefoneó al administrador de la ópera y le anunció que Jean-Paul Sartre quería ir de incógnito. Halagado de recibir a un huésped tan prestigioso, éste aceptó en seguida. Pamela le aconsejó simplemente, como se trataba de un capricho, que no interpelara al filósofo por su nombre. No pudo evitar sin embargo que, durante la conversación, se pidieran noticias de Simone de Beauvoir. A pesar de eso, no se reveló la superchería: Lacan no entendía bastante el inglés para descubrirla. En cuanto a Pamela, desplegó todos sus talentos de traductora para prolongar el quid pro quo. Así nos lo cuenta E. Roudinesco.
lunes, 23 de marzo de 2015
VIENA FIN DEL SIGLO XIX
Notas sobre el sececionismo
El
sececionismo no destruye nada no arrasa con nada. Cambia el sentido de las
obras del pasado. Realiza una secesión
precisamente porque no comparte
más la interpretación común dada a un patrimonio; consecuentemente no
destruye ese patrimonio. Se puede decir que su principal obsesión es el pasado, no el futuro. La modernidad
secesionista nace de una desinteligencia con el pasado, rechaza una tradición.
El yo
escribía Musil en los años veinte, “el yo ya no es lo que fue hasta aquí, un
soberano que promulga edictos”.
En 1886
Ernst Mach, en su Análisis de las sensaciones y la relación entre lo físico y
lo psíquico, había demostrado con el rigor del físico y del nominalista que era, que el yo no es
más que una ilusión ventajosa de la conciencia; de hecho, un agregado aleatorio
de sensaciones fugaces.
En la
modernidad vienesa la palabra está bajo sospecha. No dice nada del mundo. Sus
articulaciones sintácticas no remiten a ninguna lógica que permita captar lo
real. Todo el pensamiento vienés no deja de afirmar su desconfianza hacia esa
construcción que es la
Muttersprache , tan frágil, inmaterial y vulnerable como e
imperio mismo.
Viena no
era solamente la capital del imperio de los Habsburgo sino su cabeza, y esa
cabeza no podía funcionar mientras el resto del cuerpo se despedazaba, a menos
que adaptara su funcionamiento a esa realidad. La decadencia de los Habsburgo y
de su imperio tuvo lugar en el mismo momento en que Viena alcanzaba el punto
culminante de su cultura. Es esa paradoja la que le dio a la cultura vienesa su
carácter único: no se orientaba por lo que pasaba en el vasto mundo y le daba
la espalda a las realidades exteriores, concentrando toda su energía
intelectual y artística en los aspectos interiores del hombre, que se ven poco
afectados por lo que pasa a su alrededor. Las fuerzas internas más poderosas
eran el sexo (eros) y la muerte (tánatos).
Algunos
nombres: Arthur Schnitzler, Rilke, El drama de Mayerling ( el archiduque
Rodolfo deprimido en su pabellón de caza de mayerling en 1889, mató a la
compañera de su última noche, la baronesa Vetsera, antes de suicidarse)
Curiosidad:
En diciembre de 1881 el incendio del viejo Bourgtheater, durante una
representación de los cuentos de Hoffman, produjo un gran número de víçtimas.
Fue una catástrofe que sacudió a la ciudad. Como signo de expiación, en el
solar del teatro, en la
Ringstrasse , el Emperador Francisco José ordenó construir un
edificio, el “Campo de la expiación designó para ello a quien estaba
considerado como uno de los más grandes arquitectos de Viena: F.V. Scmidt. Los
elevados alquileres de los soberbios departamentos de ese inmueble estaban
destinados a ayudar a los niños que habían quedado huérfanos. Al principio fue
muy difícil encontrar locatarios, ya que los eventuales candidatos estaban poco
interesados en vivir donde tanta gente había muerto. A pesar de ello fue en ese
inmueble donde Freud se instaló después de su casamiento y atendió sus
consultas.Los Freud figuraron como los primeros habitantes de ese inmueble y el
primogénito de Freud fue el primer niño que nació allí, lo que hizo que el
Emperador le enviase una carta felicitándolo por haber hecho nacer por primera
vez una nueva vida en ese lugar donde se habían perdido tantas. Vivieron allí
hasta 1891.
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